La
alarma del despertador sonó a la hora programada, a las seis y media de la
mañana. No tuve fuerzas para detenerla por mi cuenta, no después de otra noche
sin dormir apenas, así que esperé a que se apagara por si sola. Como de
costumbre, aunque hoy en otro lugar, me siento en la cama antes de levantarme
para asimilar que es momento de despertar y que otro día, para bien o para mal,
comienza. Me pongo en pie y me dirijo hacia la única ventana de la habitación
para ver caer la lluvia que oigo de fondo desde la madrugada. Aprovecho para
pensar en alguna razón por la que la misma pesadilla me atormenta, pero sigo sin
verle alguna lógica, tal vez cuando llegara a mi destino lo averiguase o, tal
vez, perdiera el tiempo. La sintonía de mi teléfono móvil interrumpe mis
pensamientos, me acerco a la mesa auxiliar que es donde se encuentra y leo en
la pantalla el nombre del que llama “Editorial”. Demasiado temprano para una
llamada y más tratándose de una editorial, sin embargo, me alegró que así
fuera, hacía días que la estaba esperando.
-
¿Diga? – Contesté.
- ¿Es
usted el señor Harries? -
- Sí,
soy yo - Dije.
- Soy
Berman Stally, le llamo de la editorial “Novelas en tinta”, usted nos presentó
una copia de su libro la semana pasada, ¿no es cierto? -
- Sí,
así es, ¿qué noticias tiene para mí? – Pregunté a la espera de buenas noticias.
- No
las que espera, me temo –
- ¿Qué quiere
decir? –
-
Lamento comunicarle, señor Harries, que hemos revisado su libro y no estamos
interesados en publicarlo –Informó.
-
¿Puedo saber por qué? –
-
Nuestra editorial es muy selectiva, señor Harries, no toleramos historias como
la suya, creemos que no es adecuada para lectores adolescentes – Explicó.
- ¿Qué no
es adecuada? ¿En que se basan para confirmar que no es adecuada para
adolescentes? –
-
Luchamos para que lectores jóvenes lean historias con las que puedan aprender y
sentirse identificados, y desde luego su novela no es el ejemplo que buscamos –
- No
estoy de acuerdo con usted respecto a que no pueden aprender nada de mi
historia, además, no recuerdo que me informaran de los requisitos de su
editorial – Comenté indignado.
- Le
sugiero que lo intente en cualquier otra editorial, señor Harries, y si quiere
mi opinión más sincera, le aconsejo que abandone y se dedique a otra cosa –
-
Tendré en cuenta su opinión, señor Berman, tenga usted presente también la mía:
le aconsejo que deje de leer novelas para adultos y empiece primero por las
historias infantiles, tal vez esas sí las entienda y, quien sabe, tal vez aprenda
algo de ellas - Terminé finalizando la llamada.
No me
indignó que no aceptaran mi novela, estaba acostumbrado a que otras editoriales
me la rechazaran, lo que no me pareció correcto fue su opinión. Pienso que los adolescentes
no quieren leer un género en concreto, cada cual tiene sus gustos y eso les
lleva a comprar el libro que quien leer, por tanto, es cierto que mi novela no
guste a unos cuantos, pero de ahí a suponer que no es correcta para algunos es
opinar por boca de otros. Aún así, lo seguiré intentando hasta que no me queden
más editoriales a la que presentar mi libro, supongo que alguna me aceptará
tarde o temprano. De todas formas, en estos momentos mi prioridad es otra, estoy
ansioso por averiguar la existencia de mis pesadillas, quiero volver a
dormir como cuando era niño y amanecer
de un humor diferente.
Camino
hacia la nevera y la abro con la esperanza de que haya dentro algo con lo que
poder desayunar, pero su interior, como el resto de la habitación, hace
justicia a la pésima calidad del motel. Estaba completamente vacía, al igual
que mi estómago. Podría haberme permitido una habitación en mejores condiciones,
pero este motel de carretera era lo único que encontré en seis horas de viaje,
y creedme, estaba lo suficientemente agotado de conducir y de no dormir como
para no tener en cuenta su estado. Hubiera sido capaz de tumbarme encima de una
caja de cartón, aunque en vista de lo que había pagado por la habitación la
caja de cartón hubiera sido igual de cómoda que la cama y además gratuita. En
vista que no voy a poder desayunar nada en estos momentos, me dispongo a
preparar las prendas de ropa que hoy llevaré; unos pantalones vaqueros de color
negro, una camisa blanca de botones, una chaqueta de cuero a la altura de la
cintura y unos zapatos negros. Una vez organizada la ropa, me adentro en el
cuarto de baño, me deshago de las prendas que llevo hasta quedar desnudo y me
ubico en la bañera para asearme. Como es de suponer, la opción de ducharme con
agua caliente es nula, únicamente podía con agua fría, lo que significaba que
con el frío que de por si hacía por la humedad de la calle y el agua congelada,
iba a acabar titiritando y con los vellos en punta. Con las palmas de mis manos
en los azulejos de la pared, el agua cayéndome por la espalda igual de fría que
el hielo y escuchando el sonido de los truenos que se manifiestan más allá de
la ventana, recuerdo con pelos y señales las escenas más impactantes de mi
pesadilla. Minutos más tarde, todo el sonido de fondo (el agua, los truenos, las
cañerías, el viento golpeando la ventana, etc.) Desciende poco a poco y siento
que alguien, no sé quién y con voz de mujer, susurra a mis espaldas las
palabras “ven a mí, yo te indicaré el camino”. No manifiesto ningún tipo de miedo,
no es la primera vez, dicha voz la había oído antes susurrarme las mismas
palabras, normalmente en situaciones similares a esta. Sin embargo, esta vez
ocurre algo diferente, no solo oigo la voz que me susurra “ven a mí, yo te
indicaré el camino” también siento el aliento de quien me habla en la nuca, como
si quien fuera que susurrase estuviera justo detrás. Me asusto, lo admito, pero
procuro que no se note, de hecho, me lleno de valor para intentar por primera vez
comunicarme con ella.
- ¿Qué
quieres de mí? – Pregunto.
La
presencia parece haberse ido cuando sin esperarlo muestra vida inteligente y
responde “Encuéntrame, libérame”. Aprovecho que se comunica para seguir preguntándole.
- ¿Eres
la mujer de mis pesadillas? –
La
presencia esta vez no responde, pero se mantiene un rato más a mi espalda, continúa
respirándome en la nuca y, para variar, decide acercarse un poco más de lo
normal, más concretamente a mi oreja.
- Libérame
y seré tuya para siempre – Susurra la presencia.
Tal vez,
lo que ocurrió a continuación fue solo una mala pasada de la imaginación o a causa
del agotamiento por no dormir, pero juraría
que la mano de la presencia se posó en mi cintura y con delicadeza la condujo
hacia mi pene para agarrarlo con fuerza. Automáticamente, y aterrorizado como
es obvio, me di la vuelta deprisa y
esperé verla, pero no había nadie, y si antes estaba, había sido más rápida que
yo para desaparecer. Después de recuperar la cordura y que los sonidos ambientales
volvieran a oírse como era natural, cerré el grifo para cortar el agua y salí
de la bañera. Inexplicablemente, en el espejo del cuarto de baño estaba escrito
con sangre las palabras “Sally Hallem” curiosamente el nombre del pueblo de mis
pesadillas y al que tengo interés en llegar.